En el año 2006 me licencié en física con la especialidad de física de partículas y ahí comenzó la gran decisión de qué hacer a continuación. En realidad, me apasionaban todos los aspectos de la física así que no sabía bien por qué decantarme. En el último verano de la carrera decidí hacer un programa de verano en física nuclear que ofrecían en un laboratorio alemán llamado GSI. Estuve dos meses y ahí descubrí mi nueva pasión: la física nuclear. Muchas veces pensamos que los científicos ya lo saben todo, pero en cuanto empecé a conocer el mundo nuclear descubrí que todavía está en sus albores. No conocemos una teoría completa que nos permita explicar cómo se comportan todos los núcleos del universo, queda muchísimo por hacer, así que me decidí a aportar mi granito de arena. Hice mi tesis en el grupo experimental de núcleos y partículas de la Universidad de Santiago de Compostela (USC) bajo la dirección de la profesora Dolores Cortina (Lola). Lola se convirtió en mi mentora y amiga y me ayudó a entender el mundo de la investigación en toda su envergadura. Cuando estaba a punto de terminar mi tesis, envié una solicitud para un contrato posdoctoral a Michigan State University (MSU), uno de los laboratorios más punteros en el mundo de la física nuclear. Fue la única que envié. Me llamaron para una entrevista un mes antes de haber terminado mi tesis y cuando me doctoré ya tenía una oferta de trabajo. No me dio tiempo ni a pensar si me quería ir. Llegué a MSU en 2012, solo, con 1 metro de nieve en el suelo. Por primera vez me planteé si la física merecía tanto la pena como para dejarlo todo atrás. En el momento que empecé a trabajar en mi nuevo grupo de investigación las dudas se disiparon. Tuve la oportunidad de participar en el diseño y construcción de un nuevo detector (un blanco activo) y tras tres años de contrato posdoctoral me ofrecieron quedarme como assistant professor. Y allí me quedé 10 años.
El área de física nuclear es una disciplina en auge en todo el mundo. En estos momentos todos los grandes laboratorios del mundo están en un proceso de ampliación y mejora que nos dará una inmensa cantidad de nuevos datos para entender mejor el universo. A la vez hay un gran número de aplicaciones de la física nuclear, tanto en el ámbito de la medicina como de la producción energética, que están evolucionando rápidamente y que estoy seguro tendrán un gran impacto durante este siglo. Yo en particular llevo 10 años trabajando en el desarrollo de blancos activos. Estos son detectores de partículas cargadas que permiten visualizar en 3 dimensiones las reacciones nucleares que ocurren dentro del blanco. Cuando llegué a MSU en 2012 construimos un prototipo a media escala y con 256 píxeles (en la Figura 2, a la izquierda) para probar la tecnología y a continuación construimos el detector final (Figura 2, a la derecha) que ya contiene 10240 píxeles en su capacidad de detección.
La Figura 3 muestra la dispersión de un haz de argón 46 en un blanco de protones. El blanco está situado en el interior de un campo magnético por lo que la trayectoria de la partícula después de la colisión es curva.
Con mi incorporación a la Universidade da Coruña (UDC) como contratado Ramon y Cajal, seré el primer investigador en el área de física nuclear de la universidad, pero la investigación no funciona con individuos aislados sino con equipos. En el desarrollo de mi trabajo colaboraré estrechamente con el grupo de la USC donde hice mi tesis doctoral, así como con los laboratorios que poseen los aceleradores nucleares más potentes del mundo: MSU, GSI y GANIL entre otros.
La gran ventaja de las nuevas tecnologías hace que la investigación en física nuclear se estructure de manera muy distinta a otras áreas. Los distintos grupos de investigación acuden a unos de los grandes laboratorios varias semanas al año para tomar datos y después esos datos se analizan e interpretan en la universidad o centro de investigación de origen, una tarea que puede llevar varios años (para una medida tomada en una semana). En ese aspecto la UDC es usuaria del Centro de Supercomputación de Galicia (CESGA), lo que me permitirá el uso de las tecnologías de computación más avanzadas para poder analizar los datos de la manera más eficiente posible.
Después de 10 años en el extranjero, el programa Ramon y Cajal me permite volver a España para desarrollar la investigación para la que llevo 20 años preparándome, con unas condiciones comparables a las de los países más punteros del mundo. Es una convocatoria extremadamente competitiva, y sería estupendo que se pudiese ampliar el número de investigadores que puedan retornar a España cada año.
Mi granito de arena para otros candidatos que lleven varias convocatorias solicitando la ayuda, es no desesperarse y continuar haciendo la mejor investigación posible allá donde estén.
Para mi está claro que el futuro de nuestra sociedad está en la ciencia. En los últimos años hemos sobrevivido catástrofes atmosféricas, una pandemia global, y todo ello gracias a avances científicos y tecnológicos, independientes de la mentalidad político-económica de cada individuo.
Saúl Beceiro Novo, es doctor en física nuclear por la Universidad de Santiago de Compostela desde 2011. En 2012 comenzó su labor investigadora en Michigan State University, donde participó en la construcción y desarrollo de un blanco activo (AT-TPC) que produjo más de 20 publicaciones científicas de alto impacto. Saúl es miembro de varias colaboraciones internacionales y ha participado en experimentos en laboratorios de Alemania (GSI), EEUU (MSU, Argonne, Notre Dame), Japón (RCNP) y Canadá (TRIUMF) entre otros. En 2022 consiguió una ayuda Ramón y Cajal para retornar a España y unirse a la Universidad de A Coruña para continuar su labor investigadora y docente.