Desde sus orígenes la humanidad ha usado la biomasa vegetal como fuente principal para satisfacer sus necesidades energéticas. En el siglo XX los combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas natural le restaron protagonismo, pero en el contexto actual de lucha contra el cambio climático y de reducción del impacto de la actividad humana en el medio ambiente, la biomasa recupera su protagonismo por ser una de las fuentes más prometedoras de energía, combustibles y productos químicos.